Numerosos autores han estudiado el crecimiento de los Estados Unidos en el siglo xix pero no siempre están de acuerdo sobre las estimaciones estadísticas de las que se dispone. La controversia es más viva para el período anterior a la guerra civil y particularmente para los años 1800-1850. Si no queda la menor duda de que el crecimiento de la producción en valor absoluto empezó inmediatamente después de terminada la segunda guerra con Gran Bretaña, es más difícil apreciar el aumento de la renta real per cápita. Analizaremos en primer lugar el crecimiento en términos de volumen de producción y veremos a continuación los resultados obtenidos con la ayuda de las estadísticas de la renta nacional.
La evolución de la producción
A pesar de la dudosa información estadística sobre la primera mitad del siglo xix, dos hechos quedan relativamente claros: existió una aceleración del crecimiento durante los años 1840-1860 y, a finales de este período, los Estados Unidos se habían convertido en el segundo país industrial del mundo detrás de Gran Bretaña.
De 1810 a 1820, se produjo, sin ninguna duda, una reducción en la producción manufacturera. En efecto, este período viene marcado por una segunda guerra con Inglaterra (1812-1814), que no pudo menos que debilitar la economía americana. Sólo a partir de los años 1830 se hará sensible un avance industrial en el nordeste del país, que posteriormente se irá acelerando. A pesar de la dura depresión de 1839-1843, la industria se recuperará muy pronto. La producción de las industrias de transformación alcanzó en 1887 los 86.280.000 dólares en el Estado de Massachusetts, elevándose. Durante la década de la construcción de la industria textil, la industria del calzado, una parte, la transformación de los productos agrícolas o de las materias primas en textil jugó, como en Europa, un papel motor. Entre 1815 y 1831 se triplicó el número de brocas, triplicándose de nuevo entre 1831 y 1860. Los efectos acumulativos de la industria textil se acentuaron tras la invención de la máquina de coser por e americano Elias Howe en 1846.
Este invento revolucionó la confección de vestidos y la fabricación del calzado. Pero el impulso más importante fue el que la industria textil dio a la producción de equipo. Al principio, algunas empresas fabrican sus máquinas, pero pronto la construcción de bienes de equipo se convirtió en un trabajo especializado. Nos encontramos ante un ejemplo típico de vinculación hacia atrás (backward linkage) según la terminología de A. O. Hirschman.
La construcción de ferrocarriles también jugó un papel motor en el desarrollo de la industria metalúrgica, a la vez que favoreció los intercambios entre regiones agrícolas e industriales. Facilitó también el avance hacia el Oeste a la vez que abrió nuevos mercados a la industria de Nueva Inglaterra. La primera línea de ferrocarril fue puesta en servicio en 1830. En el espacio de 30 años se invirtieron 1.250 millones de dólares en la construcción de ferrocarriles. La mayor parte de estos fondos representaban inversiones extranjeras, pues si bien el pánico de 1837 provocó una disminución de los capitales invertidos, después de la depresión posterior, las inversiones extranjeras volvieron a adquirir importancia. El ahorro privado americano también participó, sobre todo en el este industrial, en la financiación de los ferrocarriles. Por último, a menudo los Estados aportaron una contribución apreciable en fondos públicos cuya importancia varió según los lugares.
En 1850, estaban en servicio 14.500 km de vía férrea. Entre 1850 y 1860 tuvo lugar un verdadero boom durante el cual se triplicó la longitud de la red ferroviaria, alcanzando cerca de los 50.000 km en vísperas de la guerra civil. Por aquellas fechas la construcción de ferrocarriles absorbía una parte importante de la producción de hierro, pero otro tanto absorbía la fabricación de estufas y hornos. En 1860, el valor añadido en la producción de estufas era igual al valor añadido en la producción de raíles, es decir, alrededor de los 6.500.000 dólares. La serie de cifras recogidas de bienes, sin comprender los servicios. Esta producción es la suma de los valores añadidos por la agricultura, la minería, las industrias transformadoras y la construcción.
Entre 1839 y 1899, esta producción, valorada a precios constantes (1879), pasó de 1.094 millones de dólares a 11.751 millones de dólares. La tasa de crecimiento media por década fue del 48,5%. Durante el mismo período la población aumentó de 17 a 90 millones, es decir, que se multiplicó por 5 mientras la producción se multiplicó por 11. En estas condiciones la producción per cápita se multiplicó por 2,5 en el transcurso de 60 años. La desaceleración del crecimiento y la disminución de la producción per cápita entre 1859-1869 se explica por la guerra de Secesión. De la misma manera, la disminución de la producción per cápita y la caída espectacular de la tasa de crecimiento por década entre 1919-1929 y 1929-1939 fue el resultado de la gran depresión de los años treinta. Pero estas cifras no permiten descubrir las fluctuaciones cíclicas del siglo xix. En conjunto, el ritmo de crecimiento fue más rápido durante el siglo xix que a principios del xx. Cinco tasas de crecimiento por década del siglo xix son más elevadas que la mayor tasa del período 1900-1949. La tasa medía por década del período 1839-1899 fue del 49%, mientras que la misma tasa calculada para el período 1899-1929 es decir, sin tener en cuenta la gran depresión 1929-1933 no alcanza el 41%.
En cambio, la producción per cápita no ofrece la misma tendencia. Mientras que la tasa de crecimiento medio por década de la producción per cápita fue del 16% durante el período 1839-1899, alcanzó el 20% durante el período 1899-1929 y el 17% durante el período 1899-1949. La tasa más elevada de la serie, es decir, la del 50% es la que corresponde a la década 1919-1929 Fue en la época de expansión de posguerra cuando jugó un papel decisivo la industria del automóvil. Este crecimiento fue en esencia el resultado de un aumento de productividad.
El crecimiento comportó modificaciones estructurales en la composición de la producción: la participación relativa de la agricultura se redujo, pasando del 72% en 1839 al 33% en 1899, mientras que la participación de la industria transformadora se elevó del 17 al 53% entre las mismas fechas. Esta tendencia se ha mantenido hasta nuestros días con el progreso de la industrialización tal como lo indican las cifras del cuadro IV. El mismo fenómeno se ha observado en todos los países industrializados: la importancia relativa de la producción agrícola se ha reducido a medida que aumentaba la importancia relativa de la producción industrial. Al mismo tiempo, la distribución de la población activa entre ambos sectores experimentaba el mismo movimiento, se extraña de que la renta nacional per cápita entre 1800 y 1850 solamente aumentase en un 10%. Incluso admitiendo que R. F. Martin haya valorado la renta nacional a principios del siglo xix, no resulta improbable que la renta real per cápita se hubiese reducido entre 1800 y 1830.

El embargo de 1807, la segunda guerra con Inglaterra, la baja densidad de población, la dependencia económica de los Estados Unidos, todo ello constituye factores que bastarían para explicar un retroceso en el nivel de vida en esta época preparatoria del arranque de la industrialización. El gráfico 5 manifiesta un nuevo retroceso en el momento de la guerra de Secesión y, en 1869, la renta per cápita baja a 244 dólares cuando era de 221 en 1799. A partir de 1870 asistimos a un alza rápida que hará doblar la renta nacional en menos de 30 años. Tras una caída vertical entre 1929 y 1933 se reanuda el alza y de nuevo se doblará entre 1909 y 1942. Las dificultades de posguerra llevarán consigo un ligero retroceso momentáneo, pero los Estados Unidos conservarán todavía el primer puesto en términos de renta per cápita.
En 1948 los Estados Unidos tenían una renta per cápita de 1.525 dólares (valorada a precios corrientes). Canadá se situaba en segundo lugar con 895 dólares, Suecia en el tercero con 805, Dinamarca en el cuarto con 781, Reino Unido en el quinto con 777. Si nos fijamos en cifras más recientes y más representativas del nivel de vida, como las que indican el consumo privado en 1955, encontramos en el primer puesto a los Estados Unidos con 1.536 dólares; a continuación, vienen el Reino Unido con 820, Noruega con 787, Dinamarca con 766, Bélgica con 722, Francia con 695, Alemania del Oeste con 658, los Países Bajos con 586 e Italia con 372. Los Estados Unidos permanecen a la cabeza de las naciones del mundo tanto por lo que se refiere a volumen de producción como por renta y consumo por habitante. La experiencia americana simboliza el éxito de la economía capitalista y de la libertad de empresa.
Este tipo de desarrollo en el marco de una economía de mercado exige sin embargo un análisis más profundo, dirigido a determinar la participación de la iniciativa individual y de la acción colectiva en la explotación de los recursos. Ya sabemos que el “capitalismo liberal” no se ha desarrollado de la misma manera en todos los países y que el empresario dinámico de Schumpeter ha sido, en gran parte, un producto de la sociedad en la que se hallaba. El Estado ha jugado en el desarrollo de los países capitalistas un papel más o menos importante sobre el que volveremos más adelante tanto por lo que se refiere a volumen de producción como por renta y consumo por habitante. La experiencia americana simboliza el éxito de la economía capitalista y de la libertad de empresa.
Este tipo de desarrollo en el marco de una economía de mercado exige sin embargo un análisis más profundo, dirigido a determinar la participación de la iniciativa individual y de la acción colectiva en la explotación de los recursos. Ya sabemos que el “capitalismo liberal” no se ha desarrollado de la misma manera en todos los países y que el empresario dinámico de Schumpeter ha sido, en gran parte, un producto de la sociedad en la que se hallaba. El Estado ha jugado en el desarrollo de los países capitalistas un papel más o menos importante sobre el que volveremos más adelante.
