Crisis de 1866 y ciclo 1861-1869

El período de expansión de 1861 a 1866 se caracterizó por la política librecambista sostenida entre Francia y Gran Bretaña. Un hecho determinante fue la Guerra de Secesión (1861-1865), que interrumpió el suministro de algodón norteamericano hacia Europa y redujo las exportaciones dirigidas a los Estados Unidos. Estas tensiones otorgaron al auge de esos años un perfil particular. Algunos autores —entre ellos Juglar— interpretaron que desde 1864 ya se advertían síntomas de crisis. Sin embargo, la producción continuó creciendo hasta 1866, como evidencian los registros del período. En Francia, fue la gran época del Crédit Foncier, institución que funcionó como nexo entre el ahorro privado y la inversión. A través de ella, el capital francés se orientó hacia los ferrocarriles de España, Portugal, Austria, Alemania e Italia. El número de sociedades aumentó de 108 en 1861 a 239 en 1865.

En Inglaterra, el mismo proceso expansivo se manifestó, aunque más enfocado en la inversión interna que en la exportación de capitales. Los bancos de negocios aún no existían, y los bancos comerciales, ante la demanda de los inversores, comenzaron a prestar a largo plazo con fondos tomados a corto, un mecanismo riesgoso que se agravó al disminuir el ritmo de expansión. Las sociedades de responsabilidad limitada crecieron aceleradamente entre 1862 y 1865.

La expansión abarcó tanto la producción de bienes de capital como la construcción y los bienes de consumo. Solo la industria algodonera quedó rezagada, afectada por la escasez y el encarecimiento del algodón. El índice general de precios de Sauerbeck alcanzó su máximo en 1864, registrándose en 1865 una leve desaceleración seguida de una breve reactivación. En Francia, el número de obreros mineros pasó de 76.450 en 1861 a 91.225 en 1866, con un incremento de unos 4.000 entre 1864 y 1865.

La crisis de 1866 se definió por el pánico financiero y una serie de quiebras notorias, la más emblemática la del banco londinense Overend Gurney. Esta entidad había invertido sumas considerables en compañías ferroviarias británicas y estadounidenses. La caída de dos de ellas —una inglesa y otra norteamericana— provocó su colapso, con un pasivo de 10 millones de libras. El efecto dominó afectó a numerosas casas financieras de la City, que solo evitaron el desastre gracias a la rápida intervención del Banco de Inglaterra, que inyectó 13 millones de libras en pocos días y 45 millones en los tres meses siguientes. La cohesión del sistema financiero británico en torno al Banco de Inglaterra fue decisiva para impedir un colapso generalizado. Parte de los capitales británicos invertidos en el exterior fueron repatriados, con consecuencias negativas para los países deudores.

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