El desarrollo de la agricultura y la Revolución Industrial

No hubiese existido revolución industrial en Inglaterra sin la “revolución agrícola” que la precedió. “En el momento en que apareció la gran industria, la agricultura moderna estaba ya fundada. No quedaba más que forzar las últimas resistencias de la rutina”. El desarrollo agrícola es una de las condiciones necesarias de la industrialización. El crecimiento de la renta agrícola, a consecuencia de un aumento de la productividad, crea una ampliación de las salidas en el mercado interior. Al mismo tiempo, este aumento de la productividad libera una parte de la mano de obra, que queda a disposición de las necesidades de la industria y permite incrementar la oferta de productos alimenticios. Todos los períodos de desarrollo han registrado un sensible aumento de la población; el perfeccionamiento de los métodos de producción agrícola permite así responder a las nuevas necesidades de alimentos. Entre el sector agrícola y los sectores industriales pueden surgir presiones recíprocas, no solamente a nivel nacional, sino también en las relaciones internacionales: la demanda de útiles y herramientas para la agricultura incrementa la demanda de hierro, mientras que la expansión de la industria textil favorece la producción de lana y algodón. En pocas palabras, no podría existir desarrollo industrial en una economía de, tipo artesanal sin desarrollo previo o concomitante de la agricultura. En el caso de Gran Bretaña del siglo XVIII, la revolución agrícola se manifestó a la vez a través de transformaciones institucionales y técnicas.

Enclosures

Inglaterra poseyó hasta principios del siglo xix una numerosa clase de pequeños propietarios agrícolas (yeomen) cuyo modo de cultivo estaba condicionado por la parcelación y la irregular localización de sus explotaciones. Estos pequeños campesinos fueron eliminados poco a poco durante el siglo XVII por las consecuencias de la famosa ley sobre el cercado de las fincas. Entre 1700 y 1810 fueron votadas por el Parlamento centenares de enclosures acts en cuyos términos se prescribía “el cercado de los campos, prados y pastos abiertos y comunes, y de las tierras libres y comunales de la parroquia de…”. Se trata simplemente de cercar las propiedades, pero el problema radicaba en disponer de los medios financieros para hacerlo. No es pues de extrañar que los pequeños propietarios se viesen obligados a ceder sus derechos en este proceso de reordenación.

Sin embargo, originalmente, estas leyes no fueron votadas con el ánimo de eliminar estos pequeños propietarios: la causa principal estaba en otro sitio; en una forma de propiedad que dificultaba la producción: el sistema del open field (campo abierto). Este sistema no era una “indivisión” ni un “comunismo”. Según la definición de un autor inglés, “los campos abiertos, open fields, o los campos comunes, common fields, son extensiones de terreno en las cuales existen campos de diversos propietarios que se hallan dispersos y yuxtapuestos”. Cada parcela no tenía más que un propietario, pero cada propietario disponía de una explotación dividida en varias parcelas dispersas. No se podía llegar al campo propio sin pasar por el de los vecinos. Esta parcelación tuvo una consecuencia paradójica, tal era su grado de subdivisión: la explotación según reglas comunes.” En cada parroquia, las tierras estaban generalmente agrupadas en tres campos, uno de los cuales se dejaba en barbecho. El tercio del suelo cultivable estaba continuamente sin explotar. Además, la iniciativa individual estaba paralizada por la sincronización de los trabajos. La ley sobre el cercado de las tierras iba a permitir una reordenación que sería favorable a la iniciativa individual.

Dos categorías de gente fueron víctimas de la implantación del cercado y de la redistribución consiguiente de las tierras: los pequeños propietarios, que a menudo se vieron obligados a vender sus parcelas, y los cottagers, que constituían la categoría campesina más pobre y se beneficiaban del derecho de libre pasto en los terrenos comunales. Estos cottagers, cuya única propiedad se reducía a algunos animales, eran a la vez obreros agrícolas y trabajadores a domicilio. En el Yorkshire eran tejedores y extendían las piezas de tela sobre los terrenos comunales después de aplicarles el tinte.

Al carecer de derecho reconocido, estos cottagers fueron las primeras víctimas de las operaciones de reordenación. Si a principios del siglo XVIII los cercados no eran siempre causa de paro agrícola, ya que llevaban consigo una reducción de las tierras en barbecho, pasaron a serlo a finales de siglo debido a su rápida extensión y al desarrollo de la industria. Necesariamente existieron diferencias regionales en cuanto a las consecuencias que los cercados tuvieron sobre el empleo en el campo. El desarrollo de la ganadería en las grandes propiedades nacidas a raíz de este proceso contribuía a “liberar” una parte de la mano de obra agrícola. Esta mano de obra fue arrastrada hacia las ciudades por la fuerza de los hechos y se empleó en las fábricas.

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