Ante el cambio climático, se especula la transición hacia una economía. Un punteo sobre los comienzos de esta transformación.

La crisis climática es un problema que se presenta a nivel mundial, representando un desafío en búsqueda de soluciones sostenibles para minimizar el impacto. Actualmente, un gran número de industrias comenzaron la transición hacia prácticas sostenibles, el papel de los bancos en este escenario empieza a acoplarse a este momento.
La transición hacia una economía sostenible está tomando una gran relevancia. Y si bien los bancos centrales se enfocaron en la estabilidad de precios y el crecimiento económico, en la última década el impacto del cambio climático sobre la estabilidad financiera llevó a replantear sobre sus funciones en el sector.
El cambio climático, hacia una transformación en las finanzas
Los eventos climáticos extremos, la transición hacia energías limpias y las políticas regulatorias ambientales afectan directamente a los mercados financieros. El Banco de Pagos Internacionales (BIS) advirtió sobre los llamados “cisnes verdes”, siendo eventos climáticos impredecibles con el potencial de desencadenar crisis financieras severas.
Ante este panorama, los bancos centrales comenzaron a analizar cómo integrar estratégicamente el riesgo climático en su mandato. En ese sentido, el analista financiero Fernando Boudourian, indica que es relevante el análisis de tendencias económicas es esencial para la toma de decisiones estratégicas.
Por un lado, los riesgos físicos derivados de desastres naturales que suelen impactar los activos financieros, encarecer los seguros y generar disrupciones en las cadenas de suministro. Y por otro, los riesgos de transición en relación con el cambio de políticas energéticas que pueden desvalorizar sectores tradicionales, afectando a bancos y fondos de inversión.
Ante este panorama, se analiza cuál es el nivel de intervención que deben tener los bancos centrales en la transición climática. Cierto sector de profesionales de las finanzas indican que su mandato debe permanecer restringido a la estabilidad macroeconómica, argumentando que las decisiones sobre políticas climáticas deben recaer en los gobiernos y los mercados.
Con esta perspectiva, una intervención más activa podría distorsionar el funcionamiento del sistema financiero y generar problemas de asignación de recursos. Por el otro, quienes indican que estas entidades deben mantenerse al margen sería una negligencia financiera.
Christine Lagarde, presidenta del Banco Central Europeo (BCE), se inclinó por una política monetaria que incorpore criterios climáticos, mientras que el Banco de Inglaterra comenzó a evaluar la exposición del sistema financiero a riesgos ambientales. De igual forma, la Reserva Federal de EE.UU. creó el Comité de Supervisión del Riesgo Climático para analizar su impacto en la estabilidad financiera.
En este sentido, si los bancos centrales deciden intervenir en la transición climática, cuentan con herramientas para hacerlo. Entre ellas están la política monetaria verde, regulación prudencial, supervisión y transparencia e incentivos financieros.
El debate sobre el rol de los bancos centrales en la crisis climática no se trata de una cuestión que podría resolverse en un corto tiempo, ya que si bien algunas instituciones ya se mostraron aplicando criterios ambientales en su política monetaria y regulatoria, otras se muestran reticentes a ampliar su mandato.
Sin embargo, se trata de un tema a tratar ya que el cambio climático es innegable y está alterando la estabilidad financiera global, y los bancos centrales no pueden permanecer ajenos a esta realidad, por lo que en un futuro próximo se podría ver una clara transición verde en el sector.
