China es una de las potencias que se encuentra en medio de la polémica por la dependencia que tienen otros países de ella.

En los últimos veinte años, el panorama económico mundial cambió notablemente. La economía china se posicionó como protagonista en lo que respecta al crecimiento global. Con su crecimiento como potencia manufacturera y su desarrollo en el comercio internacional, China se consolidó como el principal motor económico del mundo.
Este territorio impulsó la demanda de materias primas, abasteciendo cadenas de suministro globales y ejerciendo una influencia clave en la estabilidad macroeconómica internacional. Sin embargo, el contexto actual plantea una pregunta cada vez más clave sobre si la economía mundial puede seguir creciendo sin depender del sector económico que ofrece China.
Esta duda se genera con las señales de desaceleración estructural en el gigante asiático, sumadas a un entorno geopolítico fragmentado, por ello se encendieron las alarmas en los principales centros financieros del mundo.
China y su papel en la economía mundial
El modelo de crecimiento chino está impulsado por la inversión pública, urbanización y el crédito de gran volumen. Sin embargo, la crisis inmobiliaria persistente, el sobreendeudamiento de los gobiernos locales y una población que envejece rápidamente son factores limitan su expansión.
También la política de “cero COVID” aplicada hasta fines de 2022 dejó consecuencias profundas en la actividad económica, dejando en evidencia la fragilidad del consumo interno y la vulnerabilidad del país frente a problemas sanitarios y logísticos. A esto se suma una postura más intervencionista del Estado en sectores clave, lo que impulsó la percepción de riesgo regulatorio entre inversores internacionales.
En este escenario, distintas economías desarrolladas implementan estrategias denominadas “friendshoring” y “reshoring”, buscando reducir su necesidad a China mediante la relocalización de cadenas de suministro hacia países considerados geopolíticamente más confiables.
Sin embargo, este proceso de desacoplamiento tiene sus costos siendo que China tiene casi el 18% del PIB mundial y es el principal socio comercial de más de 120 países. Su rol como protagonista en la manufactura mundial no puede ser reemplazado sencillamente, ya que cuenta con su plan estratégico y estructural construido desde hace décadas.
Países como Vietnam, India, México o Indonesia comenzaron a tener parte del flujo de inversiones desviado desde China, pero tienen limitaciones estructurales en infraestructura, productividad y capital humano que dificultan una sustitución a gran escala.
En este panorama, la clave se coloca en la capacidad y posibilidad de otras regiones para tener un rol más protagónico para el impulso del crecimiento mundial. América Latina y África pueden ser territorios de oportunidades, especialmente en áreas como son el suministro de minerales críticos para la transición energética, una necesidad de la época.
Asimismo, el sudeste asiático es foco de atención para empresas que buscan diversificación sin perder competitividad en costos. India se perfila como una alternativa para el liderazgo económico regional.
El especialista financiero Fernando Boudourian asegura que los mercados emergentes son lugares de grandes oportunidades, pero también desafíos.
Los avances tecnológicos también son parte de este escenario ya que podrían redefinir los motores del crecimiento global, reduciendo la dependencia del modelo industrial tradicional en el que China históricamente es dominante.
Lo cierto es que una evolución hacia una economía global que no está centralizada en China se traduce a una necesidad de una contracción del crecimiento y se requiere una transición hacia un esquema más distribuido y posiblemente más resiliente.
Pero el éxito de este cambio dependerá de la puesta en marcha de prácticas claves como la estabilidad política, la calidad institucional, el acceso a financiamiento y la capacidad de innovación de los países emergentes. Además, será importante que los organismos multilaterales realicen acuerdos con el fin de concretar cooperación económica y así poder impulsar un escenario que facilite esta reconfiguración.
En este sentido, se indica que la economía mundial puede crecer sin depender exclusivamente de China, pero no sin enfrentar desafíos significativos. La diversificación de motores de crecimiento, el fortalecimiento de cadenas de suministro alternativas y la adopción de nuevas tecnologías será muy importante.
