Factores desfavorables al desarrollo

A pesar de la incertidumbre propia de las estadísticas sobre el crecimiento, queda fuera de duda que entre 1815 y 1914 la renta real global y per cápita aumentó más lentamente en Francia que en los demás países industriales (Inglaterra, Estados Unidos, Alemania, Bélgica). Veremos en la sección siguiente cuál fue la magnitud y el ritmo de este crecimiento. Ahora nos proponemos pasar revista a los factores que pueden explicar el retraso de la economía francesa, sin que sea siempre fácil precisar su importancia relativa.

Estos factores desfavorables se refieren a las estructuras económicas y sociales, a los mecanismos de la actividad económica y al proteccionismo. 

a) La evolución demográfica. Hemos visto en la primera sección que Francia fue el único país industrial del siglo xix en el que la población aumentaba a un ritmo tan bajo. Este estancamiento demográfico, que vino acompañado por el fenómeno del envejecimiento, no podía más que tener una influencia desfavorable en la demanda final: “En general existe una relación positiva entre las tasas de crecimiento de la población y del producto. Todos los coeficientes de correlación son positivos y elevados y las verificaciones indican que la mayoría de ellas son significativos al 1%”27 Además, J. J. Spengler, en los Rapports du Ve Congrés international des Sciences escribe:“Cuando la población aumenta rápidamente, los empresarios y la comunidad económica tienden a estar animados por un espíritu expansionista y agresivo. Todos ven ampliarse sus mercados y se prevé que los aumentos de las posibilidades de venta absorberán una sobreproducción momentánea y una capacidad de producción aparentemente excedentaria… Cuando la población no aumenta o se reduce, pueden predominar unas previsiones menos optimistas, aunque este resultado no sea automático. También es probable que un alto en el crecimiento de la población contribuya a dar rigidez a la estructura económica de una sociedad”. Francia ha tenido experiencia de esta rigidez estructural en la medida en que la movilidad del factor trabajo fue muy escasa a lo largo de todo el siglo xix. Las migraciones internas, del sector primario hacia el secundario y el terciario, fueron relativamente menos importantes que en otros países en vías de industrialización La pequeña propiedad rural consiguió retener los campesinos a la tierra; paralelamente, mientras que Francia exportaba sus ingenieros y sus especialistas, importaba un mano de obra menos cualificada, procedente de España, de Alemania y de Centroeuropa. La ausencia de presión demográfica frenó a la vez la demanda global y la oferta de mano de obra.

b) La insuficiencia de los recursos naturales. -Hemos señalado ya la escasa importancia de los recursos de carbón y de mineral de hierro. Mientras que, en 1890, el 53.5% de las importaciones de mercancías representaban materias primas necesarias a la industria, este mismo tanto por ciento no era más que del 36,8% para el Reino Unido, del 42,6% para Alemania y del 36,4% para los Estados Unidos. A fines del siglo XIX, Francia era el único país industrial que tenía que importar carbón para sus necesidades interiores mientras que los demás países disponían de recursos exportables. El precio del carbón era mucho más elevado en Francia que en los restantes países industriales: según cálculos efectuados por el Comité des Forges, debía haber sido de 11,07 francos la tonelada entre 1885 y 1890 frente a 6,96 en Inglaterra, 9,37 en Bélgica y 6,59 en los Estados Unidos. Esto no representa una pequeña desventaja en una época en que el carbón era la primera fuente de energía. Francia no descubrió su riqueza en mineral de hierro hasta muy tarde, y sufrió un duro golpe-ya lo hemos señalado-con la anexión de Alsacia y Lorena en 1871. La cuenca de Briey fue descubierta en 1894. En 1910, el 90% de la producción de hierro procedía de la Lorena y, en concreto, el 75% de Briey. 

c) El ahorro y la inversión. -Francia, en el siglo xix, no estuvo escasa de capitales, pero su ahorro no fue suficientemente productivo. Existió atesoramiento y el ahorro estuvo mal dirigido. Según las estimaciones de R. E. Cameron, durante el siglo xix se invirtió en la agricultura y la industria algo menos de la mitad del ahorro neto.30 “Los transportes y las instituciones financieras absorbieron entre 1870 y 1900 algo más de 20.000 millones de francos, quedando solamente para la agricultura y la industria de 50.000 a 60.000 millones, es decir, una media anual de 600 millones. Aquí está el nudo de la cuestión. El crecimiento de la industria francesa no se mantuvo al nivel de la de los países vecinos porque Francia no invertía”31 Esta pobreza de la inversión fue, en parte, debida a la evolución demográfica y, en menor medida, a la insuficiencia de carbón y de hierro. Y sin embargo, el siglo xix fue el del ahorro y del rentismo. El envejecimiento de la población favorecía al ahorro. Pero este ahorro fue empleado para invertir en el extranjero y para prestarlo al Estado. Probablemente más de la mitad del ahorro francés se canalizó por estas dos direcciones. Es cierto que el Estado habría podido emplear este ahorro para fines productivos, pero normalmente servía para financiar los déficits presupuestarios. Por último, a los franceses siempre les ha gustado atesorar, y la situación monetaria del siglo xix se prestaba fácilmente a este tipo de operación. Los cuadros XVI y XVII señalan las preferencias del ahorro francés invertido en el exterior: predomina la confianza en el Estado. Desde hacía tiempo, los franceses se habían ido acostumbrando-tal como lo hemos visto-a que el Estado jugase un importante papel en las funciones empresariales. Muy a menudo, las sumas invertidas en la construcción de líneas de ferrocarril se hallaban bajo la protección directa o indirecta de los gobiernos afectados. El inversor francés ha preferido en general la seguridad a las posibilidades de grandes beneficios. Dejemos a Alfred Sauvy el cuidado de obtener la conclusión: “Si se ha concedido a Francia la reputación de banqueros del mundo, se debe a que, carente de un desarrollo interior, los capitales procuraban emplearse en el extranjero… De 1880 a 1913 la cartera francesa aumentó sus activos en papel de Estados extranjeros por un valor de 42.000 millones… Fue un largo martirologio… Los países prestatarios pagaban los intereses con la obtención de nuevos préstamos. Indudablemente no fueron ellos quienes inventaron el procedimiento. Cuando después de 1914 Francia fue incapaz de continuar con este peloteo, el circuito se cerró. Los países con mayor pudor devolvieron los préstamos en francos-papel con una pérdida casi total. Los restantes simplemente dejaron de pagar… Los franceses no podían invertir en riquezas; habían perdido el espíritu pionero, sin confianza en el futuro, deseosos de seguridad, no podían comportarse de forma distinta a como lo hicieron. Su conducta era lógica, coherente; al no querer hijos habían perdido el espíritu creador. Buscaban el 3% nacional malgastado en presupuestos deficitarios o el 4% en fondos extranjeros. “Y fue así cómo los franceses, por no haber querido criar hijos, ayudaron a los demás a criar los suyos.”

d) El proteccionismo. Francia ha sido siempre “proteccionista” y “colbertista”. El Estado ha defendido la hegemonía nacional controlándola y protegiéndola de la competencia extranjera. A largo plazo esta política no ha podido hacer otra cosa más que frenar la difusión de las nuevas técnicas y del crecimiento. La protección agrícola contribuyó a mantener elevados los precios mientras que los derechos de aduana impuestos sobre el carbón y sobre las materias primas aumentaban los costes de producción. Estos derechos prohibitivos sobre el carbón y los productos metalúrgicos, aprobados por la Restauración en 1816, frenaron el desarrollo de la obtención de hierro mediante coque. Las industrias mecánicas y los restantes sectores consumidores de carbón, hierro y acero habrían preferido comprar sus materias primas a precios mundiales. Con ello habrían tenido unos costes menores, y por tanto habrían producido a precios más bajos y más competitivos en el mercado mundial.

Recordemos, para terminar, que Francia sufrió a lo largo del siglo xix más sacudidas políticas que la mayoría de los países industrializados. Hubo revoluciones y guerras: revoluciones en 1830 y 1848, guerra de Crimea (1854-1956), guerra en 1870.Esta serie de sacudidas costaron caras en hombres y en recursos, y no hicieron más que retrasar el progreso económico. Estas fueron las causas esenciales del retraso del crecimiento francés en el siglo xix. En la sección siguiente precisamos el ritmo de este crecimiento, pero antes citaremos la opinión de Richard Cobden sobre el lugar ocupado por la economía francesa en la competición internacional. Comentando los resultados de la exposición en el Crystal-Palace de Londres en 1851, Cobden señalaba: “Inglaterra no tiene rival en la producción de objetos manufacturados… pero existe un país que, según la opinión general, ocupa el primer puesto en la fabricación de artículos que exigen una manipulación delicada, un gusto inmejorable y la más hábil aplicación de las leyes de la química y del arte de fabricar; este país es Francia… Como comerciantes, los ingleses son muy superiores a los franceses. Pero, como fabricantes, los franceses se hallan totalmente a nuestra altura. Si los franceses tuviesen las ventajas naturales que nosotros poseemos, habrían hecho y harían todo lo que nosotros hemos hecho”

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