Durante los años 1922-1929 se produce un verdadero boom de la construcción, que comprende a la vez los alojamientos y las fábricas. Durante este período se desarrollan rápidamente dos industrias nuevas: la del automóvil y la de la electricidad. Tanto una como otra producen importantes efectos de inducción.
La producción de automóviles aumentó en un 33% anual entre 1923 y 1929. De rechazo aumenta la producción de petróleo, de acero, de caucho y la construcción de carreteras. La producción de energía eléctrica dobla entre 1923 y 1929 y la producción de todos los aparatos eléctricos es arrastrada al alza. Las ocasiones de inversión son, pues, numerosas, y los gastos anuales de inversión representan más del 20% del producto nacional bruto. Salvo en 1924, que alcanza al 4,5% de la población activa, el paro es del orden del 2%, es decir, relativamente débil. De 1922 a 1929 la producción total de productos manufacturados aumentó cerca del 50%. La prosperidad americana se propaga al resto del mundo a través de las importaciones y los préstamos al exterior. La figura 18 muestra que las exportaciones mundiales siguen la producción industrial en su ascenso incluso superándose entre 1925 y 1926.
Las inflaciones galopantes en Europa oriental y en Alemania
Fue principalmente en Europa oriental donde los trastornos económicos fueron mayores a raíz del desmantelamiento del antiguo Imperio austrohúngaro. Austria, Checoslovaquia y Hungría nacieron de este reajuste del mapa de Europa. Una amplia zona de librecambio acababa de deshacerse en detrimento de los intercambios entre estos nuevos países que tenían en común el estar devastados. Los nacionalismos hicieron el resto al encerrar cada país tras sus barreras aduaneras y al intentar crear y desarrollar nuevas industrias. Checoslovaquia conservaba una buena parte de las antiguas industrias austríacas, pero no tenía una población suficientemente importante para absorber su producción. Este país, en vez de continuar el intercambio tradicional, construyó nuevas fábricas de hilados privando así a los hilados austriacos de su salida natural. Las economías de Europa central y del Sudeste facilitaron los intercambios exteriores gracias a los que habrían podido desarrollarse.
La hiperinflación alemana se desarrolla en dos tiempos: en primer lugar el alza del curso de las divisas (baja del cambio) es más rápido que el alza de precios; luego el alza de precios lleva la delantera pero las monedas extranjeras (libra, dólar, franco) sustituyen ya al marco como medio de pago interior. Durante este período y hasta comienzos de 1923 la producción alemana aumenta. A partir del mes de marzo de 1923, el gobierno alemán pone en marcha una política de estabilización que conduce finalmente, bajo el impulso del doctor Schacht. El rentenmark es una moneda garantizada por la riqueza nacional, dotada de curso legal y con el mismo valor que el marco oro de preguerra. La operación se ve coronada por el éxito ya que consigue restablecer la confianza en la moneda alemana. El gobierno alemán recibe un préstamo internacional en 1924 que señala el punto de partida de una corriente de entrada de capitales extranjeros. Este préstamo está ligado al difícil problema de las reparaciones.
La Comisión de las Reparaciones creada por el tratado de Versalles había estimado en 6.600 millones de libras esterlinas la suma de los daños de guerra que Alemania tenía que pagar a los países devastados. El gobierno francés contaba con estas reparaciones para reconstruir las regiones siniestradas y equilibrar el presupuesto. Una Comisión presidida por el americano Dawes estimó entonces que Alemania tenía que pagar de 50 a 150 millones de libras esterlinas anuales durante un período indeterminado. El primer pago debía facilitarse con un préstamo internacional de 40 millones de libras (préstamo Dawes).

La cuestión de las reparaciones dio lugar a una pugna constante entre Francia y sus aliados angloamericanos. Seguramente, los políticos franceses no comprendieron las implicaciones económicas de las transferencias pedidas y movieron más que el aspecto monetario del problema. Los ingleses y los americanos, cuyo país no había sido devastado, podían mostrar mayor sangre fría y ocuparse en primer lugar de las ocasiones de inversión de sus capitales. Sin embargo, su juego fue un fracaso porque una gran parte de los capitales invertidos en Alemania se perdieron en las quiebras de los años 1929-1932.
Las fluctuaciones económicas del período de entreguerras y la crisis mundial
Mientras que el siglo xix vio nacer y desarrollarse la civilización industrial en el marco del sistema capitalista, el período 1919-1939 está marcado por la crisis más grave que este sistema haya experimentado jamás. Tras una crisis de reconversión seguida de una corta depresión en 1920, los grandes países industriales se benefician de una fase de expansión que alcanza su punto culminante en 1929. Sin embargo, la amplitud de la prosperidad es muy desigual según los países, y Gran Bretaña no va a participar de la prosperidad general tras la experiencia deflacionista de 1925 que acompaña la vuelta al patrón oro.
La crisis estalla en octubre de 1929 con el crac de la Bolsa de Nueva York. La depresión que, a partir de los Estados Unidos, se extiende rápidamente por todo el mundo, es la más profunda que se haya registrado. Esta sacudida parece tanto más grave para el futuro del capitalismo cuanto que se sitúa en un período en que el sistema colectivista se implanta y se desarrolla en la U.R.S.S.
