Luego de una fuerte crisis global, las medidas financieras tomadas generaron un periodo de adaptación y nuevo funcionamiento en los mercados. Un punteo de los primeros cambios registrados.
En 2008 se registró una de las peores crisis financieras globales, desde la Gran Depresión. Desencadenada en Estados Unidos, por el colapso del mercado inmobiliario, se expandió en todo el mundo y dejó en evidencia la falta de supervisión en los mercados financieros y la debilidad en la gestión de riesgos por parte de instituciones financieras.
Como uno de los resultados que dejó esta crisis se registran nuevas regulaciones financieras.
Organismos reguladores, como el Consejo de Estabilidad Financiera (FSB), el Banco de Pagos Internacionales (BIS) y la Comisión de Valores y Bolsa de los Estados Unidos (SEC), impulsaron nuevas medidas para fortalecer los controles financieros.
En esta línea, los objetivo de las nuevas regulaciones es garantizar la estabilidad de los mercados, proteger a los inversores y mitigar los riesgos sistémicos. Pero, por supuesto, generó efectos en los mercados, que se enfrentaron a nuevos desafíos en sus operaciones.
Nuevas regulaciones
La implementación de Basilea II fue una de las reformas más destacadas, entre las nuevas regulaciones. Se trata de un refuerzo de los requisitos de capital y liquidez de los bancos globales. Como resultado, se logró la estabilidad del sistema bancario, pero también se registró una notable reducción la capacidad de los bancos para ofrecer crédito, como aspecto negativo.
En esta línea, también se impulsaron medidas regulatorias para las transacciones con las tecnologías financieras (fintech) y las criptomonedas, que tuvo un gran auge de uso en los últimos años.
Las normativas aplicadas tuvieron un fuerte impacto en los mercados financieros internacionales, con una notable estabilidad financiera, sobre todo en lo que respecta a las entidades bancarias. Asimismo, se redujo el riesgo de insolvencia en tiempos de crisis; esto derivó en una confianza por parte de los inversionistas en el mercado internacional.
En la misma línea, las empresas financieras con las nuevas regulaciones están obligadas a ser más claras en sus informes y exponer sus riesgos, lo que brinda una transparencia en sus acciones, que deriva a los inversores a tomar decisiones con base en datos concretos.
No obstante, uno de los efectos de las medidas refiere al riego de fragmentación del mercado financiero global, debido a que los países adoptan enfoques distintos ante la regulación. En este escenario, los actores financieros internacionales se ven inmersos en un camino complicado entre las distintas normativas. Esto puede afectar a unas inversiones internacionales.
En esta instancia, el periodo de adaptación a las regulaciones es fundamental y encontrar la forma de hacerlo es con el hallazgo de un equilibrio, ante la necesidad de una estabilidad y sostenibilidad. Las instituciones financieras internacionales y los inversores deberán mantenerse alerta ante estos cambios.
Lo cierto es que, además, para cumplir con estas regulaciones, las entidades deben invertir en infraestructura tecnológica, recursos humanos y auditorías internas, lo que es un gasto sustancial. Para las instituciones bancarias y empresas más chicas se trata de un gran desafío.