Las dos estrategias se mantienen en alza entre las estrategias más elegidas por los empresarios. Un punteo sobre la diferencia entre ambos.

No es novedad que el actual escenario geopolítico está atravesado por la volatilidad y la fragmentación y en este panorama las empresas multinacionales enfrentan un gran dilema estratégico sobre si apostar por el de-risking o avanzar hacia el decoupling.
Ambas estrategias responden al mismo fenómeno, pero tienen enfoques y consecuencias totalmente diferentes para los flujos de capital, las cadenas de suministro y la arquitectura del comercio internacional.
Desde la guerra comercial entre Estados Unidos y China iniciada en 2018, hasta los actuales conflictos entre Ucrania y Medio Oriente como la presión regulatoria sobre tecnologías sensibles, el entorno mundial dejó de ofrecer garantías de estabilidad para la inversión extranjera directa.
En este escenario mundial, las multinacionales ya no prioriza únicamente la eficiencia de costos, sino que buscan resiliencia, diversificación y control del riesgo geopolítico.
De-risking vs. decoupling
El decoupling o desacoplamiento es el proceso por el cual las economías buscan reducir su interdependencia con China. Esta estrategia requiere reconfigurar las cadenas de valor, reducir la exposición tecnológica y limitar el flujo de capital hacia sectores que son estratégicos o sensibles, como semiconductores, inteligencia artificial y telecomunicaciones.
Por lo contrario, el de-risking tiene un enfoque más gradual al no proponer un corte de relaciones comerciales, sino que indica como mejor manejo una gestión prudente. Esta estrategia propone diversificar proveedores, reforzar el cumplimiento normativo y aumentar la transparencia de las operaciones, todo sin renunciar por completo a los beneficios de la globalización.
Según un informe reciente del Fondo Monetario Internacional (FMI), una fragmentación económica severa producto del decoupling puede llegar a reducir el PIB global en hasta un 7%. Para las empresas multinacionales, el costo de reubicar sus cadenas de suministro fuera de China es muy grande, tanto en términos de infraestructura como de pérdida de acceso a uno de los mercados consumidores más importantes del mundo.
Por lo contrario, el de-risking ofrece una salida intermedia al permitir mantener presencia en China o en mercados geopolíticamente complejos, pero reduciendo gradualmente la dependencia directa.
Ante este escenario, las decisiones corporativas no se toman sin una estrategia. Gobiernos y organismos multilaterales endurecen los marcos regulatorios que se aplican en el comercio internacional, especialmente en sectores estratégicos.
Estados Unidos impuso restricciones a la exportación de tecnología avanzada a China y presiona a sus aliados para que apliquen medidas similares. La creación de mecanismos de screening de inversiones extranjeras directas refleja esta nueva sensibilidad respecto a la seguridad económica.
Para el especialista financiero Fernando Boudourian, el análisis de tendencias económicas es esencial para la toma de decisiones estratégicas.
Al mismo tiempo, los accionistas institucionales exigen cada vez más claridad sobre la exposición al riesgo geopolítico. La resiliencia operacional y la capacidad de adaptación estratégica se convirtieron en criterios claves de valoración empresarial.
El dilema entre de-risking y decoupling pone en evidencia una transformación estructural en la lógica de internacionalización empresarial. La eficiencia ya no es el único factor a tener en cuenta si la resiliencia, la adaptabilidad y la legitimidad geopolítica, que se volvieron cruciales. Lo cierto es que se está frente a una reconfiguración de las cadenas de valor globales. Ahora, las multinacionales no solo enfrentan un desafío logístico, sino también un dilema entre redefinir su papel en un mundo donde el mapa económico ya no se rige por las reglas de la antigua globalización.
