El desarrollo agrícola

Tendencias generales

Francia no conoció como Inglaterra la “revolución de los cercados” (enclosures) y no se benefició de un alza importante de la productividad agrícola desde el siglo XVI. Henri Sé afirma en su Histoire économique de la France que el lento desarrollo de la agricultura “fue sobre todo debido a los escasos recursos de los campesinos que, en Francia, eran los únicos inversores en el campo y sobre los cuales recaen los impuestos del régimen señorial y del fisco real”.? La insuficiencia de los medios de transporte, las serias dificultades de circulación de los productos de provincia y la reglamentación de los cultivos eran otras tantas causas de bloqueo del desarrollo agrícola. Existían órdenes que forzaban a los campesinos a “labrar, sembrar sus tierras por hojas y estaciones ordinarias, a saber, un tercio de trigo, un tercio de cebada o avena, y un tercio en barbecho”. Cada región procuraba subvenir a sus necesidades mediante el policultivo, con lo cual resultaba imposible cualquier especialización. Todo ello resultaba poco favorable a la productividad, y no sería hasta la segunda mitad del siglo xix cuando la agricultura francesa se desarrollaría escapando progresivamente al arcaísmo de sus métodos de producción.

La Revolución de 1789, sin modificar excesivamente la estructura de la propiedad agraria, reforzó la pequeña y mediana propiedad, gracias a la venta de los bienes nacionales. La gran propiedad ha coexistido en Francia junto con la pequeña propiedad, pero las estadísticas fallan cuando se trata de apreciar la distribución de la propiedad agraria. Bajo la Restauración, un proyecto de ley del 10 de febrero de 1826 intentó restablecer el derecho de primogenitura, pero ganó la oposición y continuó el reparto de tierras por herencia. La propiedad agrícola sufría ya desde esta época de una parcelación desfavorable al progreso técnico y, por otra parte, los grandes propietarios no mostraron el mismo interés hacia los métodos de producción que sus homólogos británicos. “El caballero campesino, que ya era la excepción bajo el Antiguo Régimen, tampoco volvió a aparecer cuando la vida en la Corte dejó de ser el fin supremo de la nobleza. Es que el noble que dirigía personalmente su propia economía, el hobereau, era casi desconocido en Francia… La gran propiedad agraria jamás consideró como un deber propio el fomentar el progreso de la agricultura. La nobleza prefirió ceder sus propiedades en el campo, no en forma de grandes extensiones capaces de obtener un elevado rendimiento, como en Inglaterra, sino de pequeños pedazos de tierra, incluso en zonas latifundistas. Como sus posesiones eran a menudo insuficientes, los campesinos celebraban poder ampliarlas en concepto de arrendamiento…Este es el precio que tuvo que pagar la Revolución por haberse limitado a reformas sociales dejando sin solución el problema técnico de la concentración parcelaria”.8

El retraso del progreso agrícola francés, con respecto a la experiencia inglesa, no fue favorable al proceso de industrialización. Al permanecer esencialmente agrícola durante la primera mitad del siglo xix, la economía francesa se vio frenada en su ritmo de industrialización. “A principios del siglo xx, Francia continúa siendo esencialmente un país de campesinos. Solamente existen grandes concentraciones industriales.

Historia de los hechos económicos contemporáneos 

en el Norte y en algunos islotes distribuidos irregularmente. Como tan apropiadas las en las que al menos el 50% de la población activa masculina está ocupada en la agricultura, representan todavía la mayoría’. Esto es lo que confiere a Francia un carácter original: en una época en la que el comercio y la industria ocupan, en todas las grandes potencias, un papel tan claramente predominante, Francia continúa siendo esencialmente un país agrícola, en el que los campesinos propietarios juegan un papel importante La población rural representaba en 1846 el 75,6% de la población total en 1866 el 69,5 % y en 1906 el 57,9 %. El fenómeno de la urbanización, que se puede señalar por diferencia, tuvo pues lugar en Francia como en los demás países europeos. Pero con menor intensidad. La importancia relativa de la población agrícola disminuyó mucho menos rápidamente en Francia que en Inglaterra. Se estima que, en 1700, la población que vivía de la agricultura (que no constituye la totalidad de la población rural”) representa del 80 al 85% de la población total; a principios del siglo xix era del 75%, y hacia 1880 del 65%. Evidentemente, estas cifras son poco precisas y nos informan sobre la estructura de la población total pero no sobre la población activa. Sólo a partir de 1851 nos permiten los censos seguir la evolución de la población activa que nos enseña mucho más sobre la estructura económica del país. En 1851, el 64% de la población activa estaba empleada en el sector primario (agricultura, explotaciones forestales, pesca) frente a sólo un 45% en 1896. La agricultura proporcionaba el 40% del producto nacional a principios del siglo xix, el 36% hacia mediados del siglo y el 27 % hacia 19001 Señalemos el retraso de la productividad agrícola con respecto al sector industrial comparando los porcentajes de la población activa empleada en la agricultura y la parte del producto nacional procedente de la agricultura. La distancia entre Francia e Inglaterra en cuanto a rapidez de industrialización es bastante elocuente: hacia 1800, el 35% de la población activa inglesa estaba empleada en la agricultura y obtenía el 32% de la renta nacional; en 1851, ambos porcentajes cayeron respectivamente al 21,7 % y al 20,3 %; en 1901 se encontraban en el 8,7 % y el 6,4%.

Las etapas del crecimiento agrícola

Para precisar las fases principales del crecimiento del producto de la agricultura nos vamos a apoyar en los trabajos de J. C. Toutain. La encuesta estadística-a pesar de sus márgenes de error-nos ofrece una información mucho más adecuada sobre la evolución de los progresos reales de la producción que la descripción cualitativa.

Desde mediados del siglo xvm hasta la primera guerra mundial podemos distinguir cuatro grandes períodos caracterizados por ritmos de crecimiento diferentes:

a) de 1750-1760 a 1815, se inicia el crecimiento y pierde fuerza;

b) de 1815-1824 a 1855-1864, crecimiento rápido;

c) de 1865-1874 a 1885-1894, crecimiento lento;

d) 1895-1914, crecimiento.

Esta división es necesariamente imprecisa, y las fechas indicadas no deben ser identificadas con puntos de inflexión de la tendencia, comparables a los de un ciclo. La mayoría de los autores estiman que el comienzo del desarrollo agrícola se sitúa hacia mediados del siglo XVII. Es sólo a partir de 1750 cuando la agricultura francesa revisará, lentamente, unos métodos de trabajo que no habían variado desde la Edad Media. No es casualidad que en esta época nos encontremos con Quesnay y la escuela fisiográfica que predicaba las virtudes del desarrollo agrícola. El Tableau économique publicado en 1758 constituyó un gran éxito, y Mirabeau fue un eficaz propagandista de la obra de Quesnay. La teoría del “producto neto” constituía el fundamento analítico de las enseñanzas de los fisiócratas, para quienes la riqueza procedía de la agricultura. Turgot liberó el comercio interior de granos, lo que tuvo unos efectos favorables para la producción y los precios. Citamos a Tocqueville, quien en L’Ancien Régime et la Révolution escribe: “Alrededor de unos treinta o cuarenta años antes del estallido de la Revolución, el espectáculo empieza a cambiar… Cada año este movimiento se extiende y se acelera; por fin, toda la nación se mueve y parece renacer… A medida que estos cambios inciden sobre las mentes de los gobernados y de los gobernantes, la prosperidad pública se desarrolla a un ritmo hasta entonces desconocido. Todos los signos lo anuncian: la población aumenta, las riquezas se multiplican a un ritmo aún más rápido”. La influencia inglesa se deja sentir, y en Francia se adoptan los métodos que previamente habían sido empleados en Gran Bretaña suprimen los campos en barbecho y se sustituyen por el cultivo de forrajes artificiales. Los derechos de libre pasto y de libre recorrido; se mejoran los métodos de cría de ganado; se aumenta la superficie cultivable roturando tierras y secando las marismas, Pero este avance se agotará en vísperas de la Revolución. A pesar del crecimiento de la producción agrícola, las situaciones de la inmensa masa de campesinos pobres no habían mejorado. La corriente de ideas nuevas solamente había alcanzado una pequeña élite y el absentismo de los propietarios era general. La tasa de crecimiento medio anual que había alcanzado el 1,35% entre 1760 y 1780 se redujo hasta principios del siglo xix (véase cuadro VIII). Sin embargo, entre 1750 y 1812, el producto final de la agricultura aumentó a un ritmo más elevado que la población total. El peor período se sitúa entre el final del Imperio y 1824: la población crece débilmente mientras que el crecimiento de la producción agrícola es prácticamente nulo. La productividad disminuye durante este mismo período (véanse cuadros VII y VIII).

El período 1815-1864 viene marcado por un crecimiento rápido de la producción y de la productividad. Los principales factores son los siguientes: utilización de un utillaje más perfeccionado; empleo de abonos y preparación del suelo; aumento de la superficie de tierras de cultivo; desarrollo de los medios de transporte que facilitan los intercambios de provincia a provincia y disminuyen el coste de los abonos. 

El período 1865-1895 viene marcado por una reducción sensible del ritmo de crecimiento de la producción y de la productividad. Entre las posibles causas de estas dificultades hay que situar en un lugar preeminente las guerras del Segundo Imperio. Hay que señalar también un doble movimiento de los precios: alza de 1852 a 1875; baja de 1875 a 1896. ¿Tuvo la legislación librecambista de 1861 una importancia decisiva en esta “crisis”? Es difícil precisar. Evidentemente, la competencia de los países de ultramar fue más viva. ¿Pero puede decirse que el régimen proteccionista, restablecido por Méline en 1892, pusiese fin a la crisis? Si bien contribuyó a paliar las dificultades del momento, no fue un factor de desarrollo a largo plazo. La productividad agrícola aumentaría sensiblemente junto con la producción a finales del siglo xi y hasta la primera guerra mundial.

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