A pesar de la rapidez de las transformaciones que marcaron la historia del Japón a finales del siglo xix, la modernización no se extendió en profundidad a todos los sectores de la economía. Hasta una época reciente se mantuvo un cierto carácter dual entre el sector agrícola y las pequeñas empresas artesanales, por una parte, y las grandes empresas fundadas y apoyadas por el gobierno, por otra. Sin embargo, no existió un campo en el que el Estado no hubiese intervenido o hubiese intentado promover el progreso técnico, tanto en la agricultura como en la industria.
Era prácticamente imposible dejar de lado el sector primario que ocupaba a casi el 80% de la población activa al empezar la era Meiji. Este porcentaje bajó al 60%en 1913 y al 44% en 1940. De todos modos, este descenso relativo vino acompañado de un alza en valor absoluto debido al crecimiento de la población. La población activa del sector primario se elevaba a unos 14.500,000 en 1872;17.500.000 entre 1895 y 1900 y 14.000.000 en 1940.
El gobierno contribuyó al desarrollo de la productividad agrícola enviando grupos de expertos a estudiar los métodos extranjeros, fundando escuelas y mandando instructores al campo. Fue también bajo el impulso gubernamental cuando se avanzó en el proceso de irrigación y se emplearon con gran profusión los abonos. Entre 1880 y 1914 la producción de arroz creció en un 70% y la producción de trigo aumentó más del doble.
Pero la industrialización era el primer objetivo del gobierno que veía en ella de alcanzar una plena independencia económica y política. Este deseo de independencia no excluía unos objetivos imperialistas.
capitalismo de Estado durante el período 1868-1880. El Estado asumió todas las invitaciones a técnicos europeos y mandó expertos al extranjero con el fin de que aprendiesen allí las técnicas occidentales ya muy desarrolladas. Por aquellas fechas tanto Inglaterra como Francia y los Estados Unidos habían superado ya la etapa de la revolución industrial. Esto constituía una ventaja considerable con respecto a las experiencias anteriores. En 1875 parece que había 527 extranjeros empleados por el gobierno central y los gobiernos provinciales, de los cuales, 205 eran consejeros técnicos,144 profesores, 69 administradores y 36 obreros cualificados. “El gobierno no sólo importó máquinas destinadas a nuevas fábricas sino también para servir de modelos. Estas máquinas eran distribuidas entre las autoridades provinciales que invitaban a los industriales japoneses a examinarlas para conocer su funcionamiento. El Estado creó escuelas profesionales, mandando también a provincias a profesores volantes.
No existió sector en el que el Estado no fundase empresas: textiles, del vidrio, del papel, de máquinas herramientas, fundiciones, astilleros navales, minas, ferrocarriles, telégrafos; en todas partes la iniciativa pública dio la señal de partida. En 1872, se construyó la primera línea de ferrocarril por parte de ingenieros ingleses entre Tokio y Yokohama gracias a un préstamo de Londres. Pero el nacionalismo y la voluntad de independencia exigían que los japoneses pudieran hacer lo mismo sin ayuda exterior. Esto se realizó algunos años más tarde con la construcción de la línea Kioto-Otsu. En 1880 existían en Japón 160 km de vía férrea. A partir de esta fecha la longitud de la red fue doblando cada tres años y en 1892 alcanzó cerca de 3.000 km.
Al ser la seda japonesa de calidad mediocre, el gobierno hizo construir fábricas en las que se emplearon máquinas italianas y francesas. Tanto si se trató de tejas como de cemento o de sulfato, fue el gobierno quien tomó la iniciativa de importar los métodos de producción occidentales y de ponerlos directamente en funcionamiento.
Fue probablemente el gobierno Meiji el que, por primera vez, tuvo la idea de realizar una política de planificación territorial: una comisión encargada del desarrollo de Hokkaido fundó una fábrica de cerveza y una refinería de azúcar en Sapporo.
La fabricación de armamento, desde las armas ligeras hasta los barcos de guerra, estaba totalmente en manos del Estado. En 1876, se fundó una empresa nacional con el fin de fabricar los textiles de lana necesarios para vestir a las tropas.
Todas las minas eran de propiedad pública y eran explotadas por el Estado o por empresas concesionarias. En 1880, el gobierno poseía y dirigía directamente: 3 astilleros navales; 5 arsenales; 52 empresas diversas; 10 minas (carbón, cobre, hierro, oro y plata); 120 km de red ferroviaria. Además, subvenciona un gran número de empresas privadas.
Deseoso de fomentar las exportaciones, el gobierno fundó en 1869 una cámara de comercio exterior y, repetidas veces, compró stocks de arroz, de té y de seda para venderlos al exterior.
Fue en 1871 cuando se organizó la Administración de Correos y Telégrafos y en 1877 el Japón entró en la Unión Postal. A principios de la era Meiji, Japón no poseía los cuadros necesarios para dirigir la industria naciente. La ausencia de una clase de empresarios obligaba al gobierno a innovar. Sin embargo, hacía falta suscitar vocaciones comerciales e industriales y los antiguas samuráis se mostraron incapaces de ser reconvertidos sus empresas en manos de l Después de 1882 el gobierno abandonó una parte de bajos para atraer a los comide financiar por en este sentido. Iniciativa privada vendiéndose a precios relativamente paradores. Estos fueron, esencialmente, grandes capitalistas capaces sí mismos sus empresas y que poseen la confianza del Estado. Así tomó cuerpo una poderosa oligarquía de los negocios que favoreció la concentración económica en Zaibatsu (trusts).
lada con la creación, en 1901, de la fundición nacional de hierro en Yawata. Tras h al carbón y el hierro de Manchuria y de Corea (anexionadas a Rusia), pero también la economía japonesa, que se había mantenido al margen del conflicto, lograse una gran prosperidad. Los exportadores japoneses sustituyeron sin ninguna dificultad en los grandes mercados mundiales a los productores desfallecidos cuyos recursos estaban movilizados por la guerra. Hasta la segunda guerra mundial, el imperialismo japonés no había conocido más que guerras victoriosas que fueron favorables al desarrollo económico del país: guerra con China 1894-1895; guerra con Rusia 1904-1905; invasión de Manchuria en 1931.Todos los autores que han estudiado la evolución económica del Japón están de acuerdo en afirmar que cada uno de estos conflictos ejerció un efecto acelerador sobre la inversión y el progreso técnico. Veamos cuál fue el ritmo de crecimiento económico del Japón a lo largo de esta transformación de una economía feudal a una economía industrial moderna.
El ritmo de crecimiento
La producción primaria (producción agrícola y producción de materias primas) se duplicó entre 1875 y 1914. Acompañó y sostuvo el proceso de industrialización. El crecimiento de la productividad agrícola permitió alimentar una población creciente y las materias primas disponibles favorecieron el desarrollo de las industrias de transformación. Sin embargo, la producción agrícola se hizo insuficiente a partir de la primera guerra mundial a causa del crecimiento continuo de la población y Japón se vio obligado a importar una parte de los productos alimenticios que consumía (el 20% en 1930).
La expansión de la producción primaria permitió pagar una buena parte de las importaciones necesarias para el desarrollo de la industria. Las exportaciones japonesas de finales del siglo xix comprendía fundamentalmente seda bruta, té, cobre y carbón. Se estima que la seda representó la tercera parte del valor total de las exportaciones de mercancías entre 1870 y 1930. Estos recursos naturales permitieron el facturado, Japón exportó productos agrícolas y materias primas.
En conjunto, el desarrollo económico del Japón fue rápido y continuo durante los 70 años siguientes a la revolución Meiji. Entre 1885 y 1935 la producción total se cuadruplicó; lo cual representa una tasa de crecimiento medio anual del 3,3%; dejando aparte la desaceleración de los años 1890, el Japón no sufrió los efectos de la depresión 1929-1933 que paralizó la actividad económica de los países occidentales. La importancia de los mercados interiores, resultado del rápido aumento de la población y de la política de armamento, y las salidas hacia los mercados del Extremo Oriente explican en parte esta situación privilegiada de la economía japonesa durante los años treinta.
El aumento del producto nacional neto por habitante nos da una vaga idea de la evolución del nivel de vida. Entre 1880 y 1912 el producto por habitante aumentó alrededor del 50% mientras que casi se duplicó entre 1910 y 1937. Pero mientras que el producto total se multiplicaba por cinco entre 1883-1887 y 1933-1937, el producto por habitante no hacía sino triplicarse. Aquí, de nuevo, dejó sentir sus efectos la presión demográfica particularmente fuerte. En vísperas del segundo conflicto mundial, Japón se había convertido en una de las grandes potencias industriales del mundo, pero su renta per cápita no era más que 86 dólares frente a 519 en los Estados Unidos, 465 en Gran Bretaña, 335 en Alemania y 260 en Francia.
