Economías duales: cómo están resurgiendo las zonas grises entre informalidad y formalidad | por Fernando Boudourian

Trabajadores en entornos formales e informales que reflejan la fusión de ambos mundos laborales.

En el escenario mundial, se presenta nuevamente un esquema en la que se ponen en evidencia los dos esquemas laborales, que se fusionan. 

El escenario económico mundial está caracterizado por la recuperación desigual postpandemia, el avance tecnológico disruptivo y el debilitamiento de las instituciones laborales tradicionales, las economías duales resurgen como una opción viable.

Este modelo, generalmente vinculado al desarrollo desigual entre sectores modernos y tradicionales, hoy presenta  nuevas dinámicas, dejando en evidencia que existe un espacio intermedio entre la economía formal y la informal: las llamadas zonas grises.

Estas zonas híbridas, difíciles de cuantificar y de regular, ponen en discusión los marcos fiscales, laborales y de protección social, exponiendo a los modelos clásicos de planificación económica y gestión pública. 

Sobre todo en las economías emergentes se está configurando un esquema en el que miles de trabajadores y unidades productivas operan en un limbo regulatorio, atravesado por una economía paralela que no cuenta  ni con marginalidad total ni en la formalización.

La dualidad, un esquema que crece a gran escala

La dualidad económica no se trata simplemente de un contraste entre trabajadores asalariados formales e informales, sino de una multiplicación de formas de empleo, emprendimientos y arreglos de contratos que quedan por fuera de las categorías tradicionales.

En muchos países latinoamericanos, por ejemplo, esta situación es tratada como la “formalización parcial”, ya que se registra un trabajador que puede tener seguridad social, pero percibe parte de su salario en negro; o “cuentapropistas formalizados” que tributan como monotributistas, pero no tienen cobertura real de salud o previsional.

Este tipo de esquemas puede debilitar la efectividad de las políticas públicas y pone en cuestión los indicadores de formalidad que los gobiernos informan.

En este escenario, entra en juego el auge de la economía de plataformas que acrecentó esta transición hacia una informalidad más sofisticada. Aunque muchas empresas operan dentro del marco legal, las condiciones laborales de sus trabajadores reflejan una precariedad estructural: sin contratos estables, sin cobertura social y con ingresos inestables.

Esta situación dio lugar a una nueva fragmentación llamada trabajadores “autónomos dependientes”, formalizados como contribuyentes, pero desprotegidos frente a riesgos sociales básicos.

Lo cierto es que el aumento de las zonas grises no solo tiene consecuencias sociales, sino también macroeconómicas. La baja densidad contributiva erosiona la base impositiva, limita la recaudación fiscal y debilita la sostenibilidad de los sistemas de seguridad social.

Por lo tanto, puede debilitar el financiamiento de políticas públicas esenciales, y puede aumentar la desigualdad, ya que quienes están en la formalidad deben soportar una mayor carga tributaria relativa. 

Ante este panorama, expertos en economía laboral advierten que la estrategia no puede reducirse al control o a la penalización sino en generar  incentivos para  la formalización progresiva, y así obtener una simplificación tributaria, mejoras en el acceso al crédito, protección social y educación financiera.

En este sentido, para el especialista financiero  Fernando Boudourian es de gran importancia el análisis de tendencias económicas para la toma de decisiones estratégicas.

Por esto, el resurgimiento de las economías duales plantea un obstáculo mayor que es repensar la formalidad en un mundo de trabajo cada vez más fragmentado. Las políticas públicas deberán transitar de un paradigma híbrido entre lo formal e informal para alcanzar  uno más dinámico, en la que se tenga en cuenta las transiciones, las trayectorias laborales múltiples y los derechos que se deben cumplir. 

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