No es necesario ser “marxista” para trazar el cuadro de los sufrimientos que el pueblo tuvo que soportar en las primeras fases de la industrialización capitalista. El evocar la miseria obrera a finales del siglo xvii y a principios del xix incluso más tarde-se ha convertido en un lugar común. Sin embargo, el investigador no deduce siempre las mismas conclusiones ni ve los mismos síntomas, según cuál sean sus preferencias doctrinales. El peor peligro para la mente, y el peor riesgo para la comprensión de la sociedad contemporánea, serían el querer excusar retrospectivamente los abusos de un capitalismo que se ha bautizado de “liberal”. Pero no se trata de realizar un juicio de valor sobre un sistema o sobre unos hombres; se trata más bien de comprender lo que sucedió durante aquel período de acumulación deL capital. El capitalismo industrial nació del crecimiento del capital técnico en el proceso de producción. Los inventos que fueron el rasgo distintivo de la revolución industrial permitieron la fabricación de máquinas, es decir, el aumento rápido de la inversión. La orientación de los recursos hacia la fabricación de nuevos equipos tuvo consecuencias económico sociales desfavorables para los obreros que no tenían más que su fuerza de trabajo para ofrecer en el mercado, sin ninguna protección legal o sindical, al menos a finales del siglo XVIII y principios del XIX. Dejando de lado la táctica y el egoísmo de las clases dominantes de la época, empezaremos explicando por qué las primeras fases de la industrialización parece que no pueden tener lugar sin que se frene el consumo global. Estos mecanismos pertenecen a lo que hay de más fundamental en la actividad económica y tienen lugar tanto en los sistemas colectivistas como en los capitalistas. Conociendo las consecuencias ineluctables de la acumulación del capital, estaremos mejor armados para explicar los abusos y la explotación de los débiles por los fuertes, de los obreros por los capitalistas, durante las primeras décadas de la revolución industrial. ¿Los enfrentamientos entre clase trabajadora y clase propietaria constituyen la propia historia del sindicalismo obrero? Las relaciones de dominio han sido y todavía son, a pesar de profundas mutaciones, la característica esencial de lo económico y lo social.
Acumulación del capital y nivel de vida
Nos proponemos explicar aquí las consecuencias de una inversión creciente sobre el nivel de consumo global en un país en vías de industrialización. Las consecuencias de la acumulación rápida del capital fueron las mismas en las economías capitalistas del siglo xix, y en la economía soviética entre las dos guerras. He aquí una afirmación que podrá sorprender y que, sin embargo, no se basa en ninguna preferencia doctrinal sino, solamente, en el examen de los hechos y en el análisis más banal de las consecuencias de la escasez relativa de los recursos y de la elección que se impone a la sociedad, cualquiera que sea el sistema económico o político.

Incluso en la sociedad “opulenta” de los países ricos de nuestros días se van descubriendo zonas de pobreza, demasiado fácilmente olvidadas o escondidas, así como necesidades que se anticipan constantemente a las capacidades de producción y a la renta de los diversos grupos sociales. “Jamás las sociedades han sido tan conscientes de su pobreza como en nuestra época, a pesar del prodigioso crecimiento de sus riquezas. Sus deseos han aumentado más rápidamente que sus recursos. La limitación de los recursos parece escandalosa a partir del instante en que la capacidad de producción se supone, erróneamente, ilimitada”. La escasez es pues una noción relativa y se considera en relación con las necesidades, pero existen también criterios objetivos que nos permiten afirmar que la escasez de recursos era mayor a comienzos del proceso de industrialización que en los países ricos de la época actual. Si la “escasez” subsiste en los países industrializados, carece de la misma dimensión trágica que en los países subdesarrollados. Para poder comparar los mecanismos del crecimiento y del desarrollo en distintos países, necesariamente hay que tomar estos países en el mismo estadio del proceso de industrialización. Ésta es la razón por la que estimamos posible la comparación de los países capitalistas del siglo xix con la Rusia soviética de los años 1917-1939.
Según las estimaciones de los estadísticos americanos, la producción industrial rusa habría sido, en 1913, la misma que la producción industrial de los Estados Unidos en 1877. Teniendo en cuenta las destrucciones de la guerra y de la revolución, no resulta ilógico comparar la economía de la U. R. S. S. inmediatamente después de la Revolución, con las economías capitalistas de principios del siglo xix. Tanto en uno como en otro sistema se construyeron, por medios distintos, fábricas y máquinas, es decir, se acumuló capital. Esta inversión se realizó en ambos casos a costa de importantes restricciones en el consumo. Tanto la Rusia soviética como los países capitalistas de la revolución industrial hicieron sufrir al conjunto de los trabajadores, a través de mecanismos radicalmente opuestos, las mismas consecuencias sociales de la industrialización. No es por afán paradójico, sino simplemente de veracidad, que podemos afirmar: la “libertad” económica y la dictadura del proletariado tuvieron, en un proceso de inversión rápida, las mismas consecuencias sobre el nivel de vida obrero. La restricción del consumo hasta la miseria: éste fue el precio de los comienzos de la industrialización.
El mecanismo fundamental es suficientemente simple como para ser explicado desde la introducción de los manuales de análisis económico: los bienes escasos deben disponerse para atender a las necesidades de la época. Ninguna sociedad escapa pues a la elección impuesta por la escasez, y la elección es tanto más restrictiva cuanto mayor sea la escasez, es decir, en último extremo, cuanto más débil es la capacidad de producción. La elección permite asignar los recursos entre el consumo y la inversión, por una parte, y entre las diversas categorías sociales, por otra. En el sistema capitalista “liberal” son los mecanismos de mercado los que determinan esta distribución; en el sistema colectivista es el Estado quien la impone.
