La inflación en Francia y la experiencia Poincaré

La inflación francesa no adquirió unas dimensiones tan catastróficas como la alemana, pero persistió hasta 1926.La evolución de los precios en el índice de la producción industrial en Francia al por mayor muestra que la crisis de 1920 invirtió por un tiempo la rápida tendencia al alza. Los precios al por mayor aumentaron en un 45% entre 1919 y 1920. En 1922, volvieron a caer por debajo del nivel de 1919.La inflación volvió a surgir y alcanzó su punto culminante en 1926. Entre 1922 y 1926 los precios al por mayor aumentaron más del doble. El curso de la libra esterlina que era de 25,22 F en 1914, llegó a cambiarse por 240 F en el punto más bajo de la depreciación monetaria, el 20 de julio de 1926, y el curso del dólar pasó de 5,18 F a 49,22 F. 

Fue estabilizando los cambios cuando el gobierno Poincaré puso fin a la inflación. Se ha insistido mucho, y con razón, en el aspecto psicológico de la experiencia Poincaré, ya que la subida del franco en el mercado de cambios tuvo lugar incluso antes de que se tomaran las medidas esenciales. De 240 el 20 de julio, la libra cayó a 208 el 23 de julio, y a 190 el 26 de julio. Alcanzó los 162 F el 7 de agosto en el momento en que se votaban las primeras medidas técnicas. 

La estabilización ocasionó una baja en la producción industrial de un 13% entre 1826 y 1927 debida en parte a la liquidación de stocks acumulados durante el período inflacionista. La baja de precios no incitó tampoco dujo una baja sensible en los valores mobiliarios ya que la llegada de Poincaré al poder tranquilizó a los especuladores. La inflación de 1922-1926 fue, de cambios y a escala de los intermediarios. La demanda de los especuladores se centraba sobre todo en las divisas y en los productos importados El análisis de Jean Gabillard sobre el fin de la inflación en 1926 nos parece muy pertinente: “Como en el caso de Alemania, el excedente monetario representado por haberes líquidos, acumulados durante la guerra, estaba localizado en unas capas económicas y sociales limitadas; el comportamiento inflacionista no se generalizó. “…La llegada al poder del presidente Poincaré aportaba las “garantías “necesarias. Con Poincaré se sabía que acabaría “bien”, sin impuestos ni levas de capital, sin instauración de un control de los cambios, sin recursos a métodos demasiado “dirigistas”, sin presión fiscal “excesiva”. No cabe duda de que una inflación de este tipo está ampliamente sostenida por los bancos que, no sólo recogen y transmiten las órdenes de compra o de venta en bolsa, sino que además proporcionan la liquidez necesaria y actúan por su propia cuenta; los bancos no tenían por qué preocuparse del programa Poincaré, que en materia de crédito implicaba casi únicamente un aumento del tipo de descuento. Al no temerse el fin de la inflación, los comportamientos se modificaron radicalmente el día de la llegada de Poincaré al poder; todo el mundo se figuraba que la opinión era favorable a este hombre de Estado y preveían una inversión de la tendencia que había que aprovechar”.

El signo manifiesto de la confianza de estos grupos socioeconómicos fue el retorno masivo de divisas entre la estabilización de hecho de 22 de diciembre de 1926 (1 £ = 122,25 F) y la estabilización legal de 25 de junio de 1928 que instauraba el patrón oro y defina el franco como 65,6 mg de oro a 9/10 de oro fino, lo que representaba un quinto del valor oro del franco de germinal año XI (322,5 mg de oro a 9/10). Al ser la coyuntura mundial expansionista y la devaluación favorable a las exportaciones francesas, la recesión de 1926-1927 fue poco profunda y de corta duración. Sin embargo, según las estimaciones del I.N.S.E.E., el índice de la producción industrial en 1929 (133) era inferior al de 1926 (138). No ocurrió lo mismo con el índice de producción de los bienes manufacturados que pasó de 130 en 1926 a 143 en 1929.

El estancamiento del Reino Unido

La experiencia inglesa fue distinta ya que, por primera vez en su historia, el Reino Unido descubrió la incompatibilidad existente entre las condiciones exigidas por un crecimiento interno satisfactorio y las exigencias de una divisa clave. Sometida a la competencia del dólar, que accedía al rango de moneda internacional, la libra tenía que reconquistar el terreno perdido o, al menos, no perder más. Con el fin de restablecer la confianza, el gobierno británico decidió restablecer el tipo de cambio de preguerra. La libra se convirtió así, el 13 de mayo de 1925, en una moneda sobrevaluada que frenaba las exportaciones inglesas, y, por tanto, la actividad industrial. Con respecto a 1913, el precio medio de las exportaciones británicas en 1927-1929 había aumentado en un 62%, frente al 1% en Francia (consecuencia de la devaluación); al 23% en Italia y al 49% en Suiza. En el mismo período el volumen de las exportaciones inglesas era inferior en un 15% al volumen de 1913, mientras que el crecimiento del volumen de las exportaciones francesas, entre estas mismas fechas, era del 47%, del 36% en Italia y del 1% en Suiza. La evolución de los precios era opuesta a la evolución del volumen de las exportaciones: los precios británicos eran pues demasiado elevados. Como la adaptación no podía realizarse a través de la actuación sobre el tipo de cambio, hubo que recurrir a una política deflacionista de precios y costes. 

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