Es importante pararse a pensar sobre las causas de la crisis de 1929 y de la depresión subsiguiente con el fin de apreciar mejor el alcance de las políticas económicas de recuperación utilizadas por los gobiernos.
Hay que examinar dos problemas distintos: en primer lugar, el crac de la bolsa de 1929 y a continuación aplicar el primer fenómeno que el segundo y los autores no siempre han distinguido con la suficiente claridad las causas específicas del crac de las causas de la depresión mundial. Las declaraciones, que hemos citado, de la Sociedad Económica de Harvard muestran claramente que no se esperaba, en los meses e incluso en el año siguientes a la crisis, una depresión profunda y duradera. Por el contrario, se había previsto una depresión para comienzos de 1929 y fue a partir del mes de junio cuando el índice de la producción mundial empezó a descender. El ritmo de la construcción se había debilitado a partir de 1929. Lord Robbins escribió en 1934 a propósito de las consecuencias del hundimiento de la Bolsa de Nueva York.
“..No parece que haya lugar para suponer que una tal evolución pudiese adquirir grandes proporciones en un sistema que no se viera perturbado por otras causas de depresión. Si nos remitimos a las perturbaciones similares del período de preguerra, habría quizá razón para considerar que tras un intervalo de liquidación y de baja de precios, los negocios se presentarán nuevamente bajo una luz más favorable y que se asistirá a una progresiva recuperación. Pero las cosas se han desarrollado de manera distinta durante la crisis actual. “…
No basta una sola razón para explicar este fenómeno. Está permitido hacer remontar la génesis de la crisis al hundimiento de un movimiento general de inflación, lo que podría ser considerado como una causa única. Pero la evolución ulterior de la depresión se ha visto tan manifiestamente afectada por una gran multitud de influencias, que toda tentativa de agruparlas bajo una sola rúbrica tiene que ser forzosamente acusada de simplificar demasiado. Desórdenes políticos, medidas tomadas deliberadamente, debilidades estructurales, mentalidades nacionalistas, todos estos factores han jugado un papel que no se puede ignorar. Pero no es menos imposible asignarles a partir de ahora una importancia cuantitativa… Es seguro que no ha llegado el momento, si es que llega alguna vez, de apreciar con exactitud sobre qué elemento recae la prioridad causal en este asunto. Lo máximo que se puede hacer es asegurarse de la existencia de ciertas tendencias y exponer la manera como se manifiestan”.
Treinta años más tarde, al abordar el análisis de las causas de la gran depresión, se puede decir exactamente lo mismo. Tenemos que distinguir las causas de la crisis propiamente dicha de las causas de la depresión mundial.
