Los comienzos de la Industrialización

No es fácil reconocer con precisión las etapas de la industrialización en Francia. Mientras que los autores que han estudiado el desarrollo inglés se muestran unánimes en situar a finales del siglo XVIII está “revolución industrial” que hemos expuesto en el capítulo precedente, existen todavía, a propósito del caso francés, muchas dudas e incertidumbres. Los autores anglosajones escogen generalmente la fecha de 1815 como punto de partida de la revolución industrial en Francia. Pero mientras que Clapham considera que la industria sufrió mucho a causa del estallido de la Revolución y de las guerras del Imperio y que habría que esperar hasta el Congreso de Viena para entrar en una era de paz internacional propicia al desarrollo, los estudios más recientes de Dunham, Henderson y Cameron 1s hacen hincapié en el alcance económico de ciertas transformaciones institucionales heredadas de 1789 y de Napoleón I. Dunham escribe en su Révolution industrielle en France:14 “Sin embargo, Francia no había sufrido graves pérdidas en vidas humanas o en propiedades, y las condiciones de paz no habían sido tan rigurosas como para dejar al país debilitado por mucho tiempo. Su gran revolución y la mano de Napoleón la habían purgado; si por una parte le causaron daños, lo cierto es que también la liberaron de impurezas que habrían dificultado su progreso económico; su administración y sus leyes habían sido modernizadas y perfeccionadas por la Convención y el Imperios R. E. Cameron, en una reciente obra dedicada al desarrollo económico de Francia y de Europa 1° afirma que la historia europea en el siglo xix surge de dos revoluciones: una, política; la otra, económica. “La Revolución francesa acabó con la jerarquía feudal, desposeyó a la aristocracia y a la monarquía y proclamó el derecho de todos los hombres a la libertad política y a la igualdad social. En Gran Bretaña, los cambios tecnológicos experimentados  por la agricultura y la industria  revolucionaron las bases materiales de la existencia y procuraron los medios gracias a los cuales los ideales de la Revolución francesa podían ser puestos en práctica”.77 Esta feliz síntesis, que no siempre tuvo, en el plano social, los efectos benéficos que una extrapolación demasiado alegre dejaría entrever, pudo realizarse gracias al papel primordial, pero en general a menudo desconocido, que los “franceses jugaron al importar, ampliar, adaptar y transmitir al resto de Europa los elementos fundamentales de la revolución económica”.18 Pero cuando se aborda el estudio del crecimiento económico francés a partir de los trabajos, ya clásicos, de Francois Perroux 10 y de J. Marczewski, se descubre que el desarrollo económico de Francia había empezado mucho antes de 1815. Existe un indudable desfase entre Gran Bretaña y Francia en cuanto al punto de partida de la industrialización, pero es a finales del siglo XVII y no en 1815 cuando hay que situar el inicio del crecimiento industrial.

Las industrias motrices en la primera fase de la industrialización

Como en el caso inglés, la industria textil y la industria del hierro fueron las dos primeras industrias motrices en el proceso de paso de una economía artesanal a una economía industrial.

La industria textil

Hacia mediados del siglo XVIII existía en Francia una industria textil rural. Un adicto de 1792 había concedido a los habitantes del campo el derecho de fabricar telas sin necesidad de formar parte de una corporación. Este edicto no sino consagrar una práctica remota. Se trabajaban a domicilio el lino y el algodón. había hecho que les proporcionaba la materia prima. Este tipo de actividad casera desapareció como en Inglaterra-con la introducción de las primeras máquinas que fueron instaladas en fábricas. Esta transformación se inició en la segunda mitad del siglo XVIII. Dejando aparte el sector de la seda, para el que Jacquard inventó el primer telar, los métodos de mecanización fueron importados de Inglaterra. No era fácil procurarse máquinas inglesas cuya exportación permaneció durante mucho tiempo prohibida. Sin embargo, una parte no despreciable de la información técnica era publicada y por tanto accesible para todo el mundo. Pero numerosos viajeros se desplazaron a Gran Bretaña con la esperanza de varias fábricas y de recoger explicaciones sobre el funcionamiento de las máquinas. Algunas máquinas fueron compradas y exportadas gracias a licencias obtenidas de las autoridades británicas; otras simplemente se obtuvieron a través del contrabando. Por fin, se desarrolló un verdadero espionaje económico cuya amplitud resulta difícil de precisar. Algunos artesanos ingleses fueron invitados a expatriarse para beneficiar con sus conocimientos técnicos los países del continente. Este procedimiento estaba, sin embargo, prohibido y severamente castigado con multas y penas de prisión. A pesar de todo, los inventores y empresarios ingleses aceptaron a menudo instalarse en el extranjero atraídos por la perspectiva de elevados beneficios. John Kay y Holker fueron de esta manera dos pioneros del arroyo de la industria del algodón en Francia. John Kay fue a Francia por primera vez en 1747. Se instaló en París donde se dedicó a fabricar lanzaderas y a explicar su uso a los tejedores franceses. En 1749 recibió una donación de 3.000 libras del gobierno y una pensión anual de 2.500 libras para visitar todos los centros textiles de Normandía y explicar el uso de la lanzadera volante. A pesar de las facilidades oficiales, la difusión del invento de Kay fue muy lenta, y hacia 1790 el gobierno francés intentó incitar a los fabricantes a emplear el sistema de Kay. John Kay y sus hijos trabajaron durante mucho tiempo en Francia y siempre bajo el patrocinio del gobierno francés, que supo reconocer el interés económico del talento del inventor inglés. A veces se rechazaron las exigencias financieras de Kay y éste regresó a Inglaterra. Hay que señalar, sin embargo, que el gobierno francés supo hacer gala de mucha paciencia y Kay volvió siempre a Francia. Ni siquiera en esta época de fundación del “capitalismo liberal” la iniciativa pública fue incompatible con la iniciativa privada.

John Holker era, en 1740, un importante fabricante de Manchester. Era católico y jacobita y con este título tomó parte en el levantamiento de 1745. Encarcelado en Newgate en 1746, tuvo la suerte de poder evadirse antes de ser juzgado y consiguió llegar a Francia. Con ello conseguía salvar la cabeza y contribuir al desarrollo de la industria textil en Normandía, fundando en Ruán una fábrica de pan. Consiguió volver por unos meses a Inglaterra de donde se llevó ilegalmente a Francia obreros cualificados y máquinas. Gracias a varios inspectores de la Administration du Commerce,John Holker pudo fundar su empresa con capital de varios socios franceses. Holker era sobre todo el director técnico. Reconocidos sus méritos por el gobierno y deseando atraer a los empresarios ingleses, le nombró inspector general de las manufacturas el 15 de abril de 1755 y le dio un título de nobleza en 1775. De 1756 a 1786, Holker jugó un papel decisivo en el desarrollo de la industria textil francesa. Introdujo la jenny en 1771, cuando la patente de Hargreaves databa de 1769. Posteriormente fundó una fábrica en la que se producían jennies. Fueron numerosas las familias inglesas que se instalaron en Francia y fundaron fábricas de hilados y de tejidos. En Bourges existía una verdadera “colonia “inglesa (David, Porter, Morison). Señalemos además a los Hall y a los Milne, que introduje-ron hacia 1788 la “mula” de Crompton; sin embargo, la lista dista mucho de estar completa.21

La energía hidráulica y la de vapor fueron instaladas por primera vez en Alsacia. En 1830, cuando Roubaix no poseía ningún telar hidráulico o de vapor, Alsacia tenía ya 18.000. Los ingleses Heywood y Dixon se instalaron en Alsacia donde fundaron una de las primeras fábricas de hilados que utilizaba la fuerza hidráulica como fuente de energía. La influencia inglesa fue también decisiva en la fabricación de encajes desde principios del siglo xix. Un gran número de obreros ingleses cualificados fueron a trabajar a las fábricas de Caais y Boloña hasta el punto de que esta emigración llegó a preocupar al gobierno británico.

Señalaremos la experiencia paradójica de dos inventores franceses cuyas máquinas fueron copiadas por los ingleses y utilizadas con gran profusión en Gran Bretaña antes de ser “reexportadas” algunos años más tarde hacia Francia. Entre 1810 y 1815, Philippe de Girard inventó una máquina de hilar lino al mejorar de manera decisiva un tipo de máquina construida en Inglaterra por Kendrew y Porthouse. La falta de capitales, la oposición de los tejedores y las incertidumbres políticas del fin del Imperio impidieron que la máquina de Girard fuese adoptada en Francia. Un colaborador de Girard entregó los planos de la máquina a unos ingleses permitiendo el desarrollo de la industria de lino de Leeds. Hacia 1835, los fabricantes franceses se vieron obligados a procurarse esta máquina “inglesa” con grandes gastos y con ciertos riesgos, cuando el inventor francés la había puesto a su disposición, a un coste menor, veinte años antes. Un caso menos conocido es el de Louis Robert, que inventó una máquina de fabricar papel hacia 1799. Esta máquina fue primeramente utilizada en Gran Bretaña, donde los franceses fueron a procurársela hacia 1815. En conjunto, vemos que con pocas excepciones Francia pudo beneficiarse muy rápidamente de las mismas técnicas de producción textil que Inglaterra. Sin embargo, el desarrollo de la industria textil fue menos rápido en Francia que en Gran Bretaña. El mismo desfase ocurrió en los restantes sectores industriales.

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