El proceso de población de los Estados Unidos

Presión demográfica e inmigración

Tres rasgos esenciales caracterizan la evolución demográfica de los Estados Unidos desde sus orígenes hasta fines del siglo xix: un crecimiento rápido, el movimiento hacia el Oeste y la concentración en ciudades. En 1790, la población de Estados Unidos no supera los 4 millones de habitantes cuando Francia contaba con 25 millones y Gran Bretaña con 15 millones. La población americana fue doblando cada 23 años hasta alcanzar la cifra de los 32 millones en vísperas de la guerra de Secesión. El crecimiento, a pesar de una pequeña desaceleración, continúa siendo rápido a finales de siglo; un 25% por década entre 1860 y 1890; un 20% de 1890 a 1910; un 15% de 1910 a 1930. La depresión de los años treinta iba a reducir el crecimiento de la población al 7% entre 1930 y 1940 pero la posguerra vería resurgir el empuje demográfico de los Estados Unidos con un ritmo de aumento del 15% cada diez años. La población total era de 50 millones en 1880, es decir, que en esta fecha los Estados Unidos eran el país más poblado del mundo occidental. La cifra de los 100 millones se alcanzó al acabar la guerra de 1914-1918 y la de los 150 millones en 1950. A pesar de este importante aumento, la densidad de población permaneció relativamente baja gracias a la extensión de los territorios hacia el Oeste: en 1790 no había 2 habitantes por kilómetro cuadrado; se alcanzaron los 4 en 1860 y los 8 en 1890. Pero una vez terminada, por estas fechas, la conquista del Oeste, la densidad de población aumentó mucho más rápidamente hasta alcanzar los 19 habitantes por kilómetro cuadrado en 1950. En esta fecha los Estados Unidos estaban todavía muy por detrás de Europa, es decir, que conservaban una considerable ventaja a la vista de la presión demográfica del siglo xx: en 1950 la densidad de población por kilómetro cuadrado es de 310 en los Países Bajos, de 282 en Bélgica, de 208 en el Reino Unido y de 76 en Francia.

Las causas de esta extraordinaria presión demográfica deben buscarse en el ritmo de natalidad y mortalidad y en la inmigración. Sin embargo, no fue el aflujo de extranjeros la causa principal del crecimiento total de la población, sino la natalidad. La 1870 y la 30 1890. Esta evolución acompañó en todos los países el alza del nivel de vida y el progreso general. También se redujo la tasa de mortalidad, que se mantuvo constantemente por debajo de la tasa de natalidad. La inmigración jugó un papel nada despreciable en el proceso de población americano del siglo xix. De 1820 a 1920 llegaron a los Estados Unidos 36 millones de inmigrantes, 11 millones de los cuales volvieron a sus países dejando, pues, un excedente neto de 25 millones. Estos inmigrantes se instalaron generalmente en los centros urbanos y se ha comprobado que ahí la natalidad era menor que en las zonas rurales. La cepa americana está primeramente constituida por los pioneros de la época colonial, los que fundaron los Estados Unidos de América luchando contra Inglaterra. Hubo dos corrientes en la inmigración del siglo xix. Antes de 1870, la gran mayoría de inmigrantes llegaba de Inglaterra y de Alemania; después de 1870 se desarrolla una nueva corriente que procede de Europa meridional y de Europa del Este. Entre 1890 y 1914 será más importante que la corriente nórdica. De 1850 a 1914 la proporción de extranjeros o de americanos nacidos en el extranjero se mantuvo relativamente estable entre el 10 y el 13%.

La corriente inmigratoria ha conocido cuatro grandes oleadas. De 1847 a 1855 la media anual fue de 300.000; de 1865 a 1873 superó los 350.000 con un máximo de 460.000 en 1873. De 1879 a 1885 la media anual se elevó a 600.000 y sólo en el año 1882 alcanzó los 789.000. De 1903 a 1914 fueron más de un millón los inmigrantes que desembarcaron anualmente en los Estados Unidos. El potencial económico de los Estados Unidos atraía a estos inmigrantes, que muy a menudo huían de la opresión y la miseria. Éste era el caso de los austríacos, los polacos y los rusos, que llegaron a finales de siglo en una época en que la navegación había hecho verdaderos progresos y la travesía del Atlántico ya no era una aventura peligrosa. Las crisis europeas aceleraban las partidas mientras que las crisis y las depresiones americanas tenían, evidentemente, el efecto contrario. El hambre irlandesa de 1845-1846 y las revoluciones de 1848 incitaron a los europeos a emigrar, mientras que el pánico americano de 1837 hizo caer a la mitad el flujo de inmigrantes, que alcanzó este año la cifra de 79.000. El descubrimiento de oro en California a partir de 1848 atrajo a los inmigrantes a la vez que las dificultades políticas y sociales los echaban de Europa. La guerra de Secesión redujo algo la corriente inmigratoria. Aunque el factor trabajo haya sido relativamente escaso con respecto a las tierras cultivables y que esta escasez se haya mantenido gracias al desplazamiento hacia el Oeste de la famosa frontera, hubo durante ciertas épocas una oposición muy fuerte a la inmigración, especialmente en períodos de depresión. Hacia 1880, con la desaparición de la frontera, la oposición de los sindicatos obreros se hizo más viva mientras que los empresarios defendían, evidentemente, la libertad de entrada que creaba una competencia más aguda del lado de la oferta de trabajo. Las primeras leyes que limitaban y controlaban más severamente la inmigración fueron votadas en 1882 y 1885.Los trabajadores chinos, que en general hacían de peones en la construcción de los tendidos ferroviarios, se vieron excluidos, así como la mano de obra contractual, cualquiera que fuese su país de origen. Después de la primera guerra mundial se adoptó un sistema de cuotas para los inmigrantes de la gran mayoría de países.

Contrariamente a lo que podría pensarse, los inmigrantes del siglo xix no fueron, más que en casos excepcionales, los pioneros de la frontera. Permanecieron en el Este y se instalaron en las ciudades donde fueron a engrosar las filas de la mano de obra obrera. En 1850, el 60% de los 2.200.000 inmigrantes que vivían en los Estados Unidos se habían instalado en los estados de Nueva York, Pensilvania, Massachusetts y Ohio. En 1900, el 40% de los inmigrantes vivían en ciudades de más de 100.000habitantes. Mano de obra móvil y adaptable para la industria y el comercio, carecían de los medios financieros para desplazarse hacia el Oeste y dudaban en lanzarse a una agricultura extensiva de la que desconocían los métodos de trabajo. Esta extraordinaria aportación de mano de obra extranjera pudo, en un momento u otro, presionar sobre los salarios. Sin embargo, a largo plazo, representó una ayuda suplementaria al éxito económico de este inmenso país que, globalmente, jamás ha tenido exceso de mano de obra. Si los inmigrantes permanecían en el nordeste industrial del país, el resto de la población supo hacer retroceder la frontera hacia el Pacífico, y este movimiento hacia el Oeste constituye uno de los rasgos característicos tanto de la epopeya como de la historia económica de los Estados Unidos. El westerns cualquier cosa menos un mito, puesto que ha modelado profundamente el aspecto y el estilo de los Estados Unidos de América.

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